Los casos de alergia a la procesionaria del pino se incrementan en Valladolid. El Ayuntamiento y la Junta realizan tratamientos previos para evitar la acción de esta oruga, que ya afecta al 10% de la población en determinadas zonas.
No hay plaga, ni siquiera se ha dejado ya notar en su esplendor la presencia de la oruga procesionaria del pino –este año con retraso por el frío invierno y la primavera lluviosa–, pero su grado de afección en contacto con personas y mascotas es cada vez mayor. Sobretodo en aquellos profesionales de sectores agrícolas, ganaderos, forestales e, incluso, de la construcción, que cuanto más en contacto están con los pinares en los que anidan estos insectos, más se intensifican las urticarias, conjuntivitis e inflamaciones producidas por los arpones venenosos que sueltan.
Tanto la jefa de Alergología del Hospital Río Hortega, Alicia Armentia, como el alergólogo José María Vega, del mismo centro hospitalario, constatan un cada vez mayor número de pacientes que sufren algún tipo de reacción «con mínimas exposiciones» al arpón que suelta esta oruga, que se desplaza formando una especie de procesión –de ahí su nombre–. «Están las zonas periféricas, las urbanizaciones próximas al campo, y luego trabajadores como piñeros, guardas forestales, agricultores, ganaderos y albañiles que sufren cada vez una mayor incidencia frente a la procesionaria», explica el doctor Vega, quien echa mano de un estudio epidemiológico en el que él mismo participó para asegurar que hay zonas en las que el 10% de su población sufre algún tipo de alergia a la procesionaria del pino, «una cifra significativa».
En este sentido, desde el servicio de Alergología del Río Hortega se encuentran implicados en un proyecto vinculado con el cambio climático, que estudia la relación entre las orugas y la calidez cada vez mayor de los inviernos. «Este año, por ejemplo, se ha retrasado por el frío y las lluvias pero ya estamos empezando a ver muchas reacciones en las zonas del cuello y los ojos, especialmente en personas alérgicas, que son las que más se sensibilizan a la oruga», señala Alicia Armentia. De tal forma que, según recuerda, la procesionaria tiene unos arpones venenosos que «cuando se ve molestada, los expulsa y se clavan en la piel», resultando más peligroso en las personas alérgicas.
Con el objetivo de evitar los daños que puede ocasionar en el propio árbol y en personas y animales, el Ayuntamiento de Valladolid pone cada año en marcha un tratamiento preventivo, que esta vez se centró en el mes de febrero con una actuación en las grandes copas de los principales pinos de la ciudad, donde arrancó los bolsones o nidos para su posterior quema. A su vez, cuando existe alarma por parte de alguna zona vecinal concreta, los técnicos de parques y jardines retiran a mano las procesiones de orugas. «También se trata con insecticida autorizado en la época de septiembre u octubre», señaló la concejala de Medio Ambiente, María Sánchez, quien precisó que este año la presencia de oruga ha sido significativa en zonas como Huerta del Rey, Pinar del Jalón y Parquesol, pero que en ningún caso ha llegado a ser plaga «porque la mayor parte ya ha sido eliminada».
Tampoco se ha detectado un aumento significativo de la afectación general en los pinares de la provincia de Valladolid, donde la Junta de Castilla y León realiza un seguimiento periódico de la población y distribución de este insecto en los distintos montes gestionados, en su mayoría, por los ayuntamientos. Si bien, según precisan desde la delegación territorial de la Junta, en el caso de que pueda producir trastornos a las personas o a los animales, se llevan a cabo métodos de control y lucha que dependerán de la superficie, ubicación de la masa forestal, condiciones medioambientales y desarrollo larvario, intentando aplicar aquellos métodos que son más respetuosos con el medio ambiente, pues los tratamientos aéreos masivos están prohibidos por normativa europea. Es en aquellos casos en los que los técnicos detectan que puede haber un problema con la población de procesionaria donde llevan a cabo un tratamiento selectivo, que generalmente ocurre en el mes de octubre.
La popularmente conocida como procesionaria del pino es un lepidóptero defoliador invernal de los pinares, que se alimenta de las acículas de los árbo y los debilita. Esto se traduce en que, además de los efectos que generan en personas y animales, pueden llegar a afectar gravemente a los pinos, mermando su producción de piña y de madera. «Cuando hay defoliaciones intensas o repetidas, los pinos despiertan sin hojas en primavera y se vuelven más vulnerables ante cualquier otro patógeno», explica Jesús del Río, ingenerio técnico de la Asociación Forestal de Valladolid (Asfova). Esta agrupación de propietarios de pinares, que albergan unas 1.000 hectáreas, tratan de evitar este tipo de plagas con productos químicos ecológicos autorizados, aunque admiten que en esta ocasión la presencia de la oruga procesionaria ha sido muy desigual. «Hay una escala del 1 al 5 y hemos detectado algunos pinares en nivel cuatro pero en otros apenas se ha notado», añade Del Río.
La previsión no es halagüeña. Desde Asfova aseguran que la presencia de procesionaria irá en aumento en los próximos años, pues desde los años 60 a la actualidad se ha duplicado la superficie forestal en España. «Y hace menos frío, por lo que el ataque de este insecto puede ser brutal».
Fuente: www.elnortedecastilla.es